Alexander Alekhine, cuarto campeón mundial de ajedrez, no solo fue una mente brillante sobre el tablero. También fue un hombre de rituales, afectos profundos y una personalidad compleja. Entre sus vínculos más curiosos destaca uno: su relación con un gato siamés llamado Chess, que lo acompañó durante varios años de su carrera. Esta historia forma parte del folclore ajedrecístico, aunque no todo está documentado.
Se dice que todo comenzó en la Olimpiada Mundial de Varsovia en 1935, donde Alekhine habría llevado por primera vez a Chess. Según relatos populares, el gato se extravió al llegar, y Alekhine se habría negado a jugar hasta que la policía lo recuperara. Lo cierto es que Alekhine jugó por Francia en ese torneo, con 7 victorias y 10 empates, sin perder ninguna partida. La presencia del gato no está documentada, pero la leyenda persiste.
Desde entonces, se cuenta que Chess lo acompañaba a cada evento, sentado en el regazo de su esposa o de un asistente, mientras Alekhine se despedía de él antes de cada ronda. Era parte de su preparación emocional, casi como un ritual sagrado.
Otra anécdota popular relata que en Budapest, Alekhine olvidó sus documentos en la frontera y declaró: “Soy Alekhine, campeón mundial. Mi gato Chess viaja conmigo. No necesito documentos”. Aunque esta escena se ha convertido en leyenda, no hay evidencia documental que la respalde.
Rivales como Géza Maróczy confesaron sentirse intimidados por la presencia del gato. “¡Cuando vi ese maldito gato en el pasillo, supe que estaba en problemas!”, habría dicho. También se rumorea que Alekhine usó a Chess como distracción en la revancha contra Max Euwe en 1937, sabiendo que el holandés era alérgico. Sin embargo, los biógrafos refutan esta afirmación y no hay pruebas de que Euwe tuviera alergia a los gatos.
Durante ese match, Alekhine usó un suéter con un gato bordado y —según se cuenta— dejaba que Chess oliera las piezas antes de jugar. Alekhine ganó con contundencia (15.5–9.5) y recuperó la corona mundial.
Se dice que Chess se movía libremente por las salas de juego, generando una atmósfera de tensión entre los rivales. Nombres como Salo Flohr, Paul Keres y Mikhail Botvinnik mencionaron la constante presencia del gato en la vida de Alekhine..
En el cementerio de Montparnasse, París, la tumba de Alekhine incluye una escultura de Chess junto a un tablero de ajedrez. Es un homenaje eterno a un vínculo que trascendió el juego. Alekhine no jugaba solo. Jugaba con un talismán peludo que marcó cada jugada, cada victoria, y cada despedida. Y en ese vínculo silencioso entre genio y gato, se esconde una de las historias más humanas del ajedrez.
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