“No puedes nadar por nuevos horizontes hasta que tengas el coraje de perder de vista la orilla”.
William Faulkner.
“La magia es creer en ti mismo, si puedes hacer eso, puedes hacer que todo suceda”. Johann Wolfgang von Goethe.
“Yo le gané a Spassky!” ¿Cómo? ¿Dónde? ¿En qué torneo? “¡No, no fue en ajedrez, fue en tenis! Adriana me relata esta anécdota con una sonrisa en los labios. “Fue en la Olimpiada de Dubai en 1986. En una ronda de la olimpiada yo había perdido rápidamente con una jugadora inglesa. De esas partidas donde te sacan del tablero rápido y no tienes chance de nada. Quedé aburrida y entonces pues no tuve más remedio que ponerme a caminar por la sala a ver partidas, mientras todos los demás seguían jugando. Y de pronto vi a Boris Spassky. Decidí acercarme y con la impertinencia y la osadía propias de la juventud lo saludé, me presenté y le pregunté si quería jugar conmigo tenis! El me miró extrañado, como si yo fuera de otra galaxia y como si no me creyera lo que le estaba diciendo. Me acordé que yo en la billetera cargaba un recorte de periódico de aquella época donde aparecía una foto mía cuando tenía cinco años con un raqueta en la mano, con el titular: Adriana Salazar, Promesa del tenis colombiano. De hecho, yo fui campeona nacional en dobles desde los 6 hasta los 16 años. Boris vió la foto y me creyó. Entonces acordamos que íbamos a jugar al día siguiente. Pero obvio, a una olimpiada mundial de ajedrez lo menos que yo hubiera llevado era una raqueta o indumentaria de tenis, así que salí de ahí y fui a una tienda a comprar lo necesario. Al otro día nos encontramos. Obvio jugar tenis en Dubai era a otro nivel, con ese calor tan espantoso. Comenzamos a jugar y vi que Sspasski, igual de competitivo a como era en ajedrez, lo era en tenis. No daba ninguna bola por perdida. El partido estuvo muy reñido y finalmente le gané. Él era un caballero completo, muy amable, muy risueño. Fue uno de los partidos de tenis más encantadores que yo he jugado. En ese entonces dentro de la comunidad ajedrecística había varios jugadores de tenis hombres, pero casi ninguna mujer. Yo era una de las pocas ajedrecistas mujeres que jugaba tenis. Unos días después, ya en la contienda ajedrecística, nos tocó jugar contra el equipo de Austria. Yo tenía enfrente una rival muy difícil, tenía mucho más Elo que yo y más títulos. La partida estaba muy compleja y entonces todo el equipo colombiano se ubicó al frente mío, a espaldas de la austriaca a ver mi partida y, obviamente, a hacerme fuerza. Yo me comienzo a asustar porque empieza a acercarse más gente a mi mesa. Pero noto que insólitamente mi contrincante se comienza a poner mucho más nerviosa que yo, hasta temblaba. Finalmente, ella se asusta, se equivoca y yo finalmente encuentro una manera de ganarle. Pero cuando me levanto, descubro por qué era que mi contrincante estaba tan nerviosa: detrás de mi estaba Spassky, Anderson, todo el grupo de ajedrecistas-tenistas!. Y obvio, ella se asustó. ¡Yo creo que a ellos no les importaba tanto mi partida, sino que acabara rápido para irnos a jugar tenis!
Nuestra amistad tenística con Spassky se extendió y seguimos jugando en varias olimpiadas más, en Tesalonica, en Moscú. Llegamos a formar un grupo grande de tenistas. Incluso el presidente de la Fide de la época, Florencio Campomanes también jugaba tenis. Jaime Sunye Neto, el brasileño que luego fue presidente de la Federación de Ajedrez de las Américas, también lo hacía muy bien. Muchos años después cuando yo ya estaba casada y mi hijo tenía escasamente un mes de nacido, estuvimos con mi esposo y el bebé en París y visitamos la casa de Spassky. Fue super amable y querido y nos atendió muy bien….”
La Maestra Internacional Adriana Salazar Varón nació en Bogotá el 27 de diciembre de 1963. Así narra ella sus primeros años: “Fuimos cinco hermanos, yo era la última. Mi papá era Mayor del Ejército y entonces esos primeros años vivíamos en lo que se llamaban las Casas fiscales, que eran unas viviendas especiales adecuadas para los oficiales. Las de nosotros quedaban detrás del teatro Patria, sobre la 106 con séptima, por el sector de Usaquén en Bogotá. De hecho, yo estudié también en el Liceo del Ejército, el Liceo Patria y posteriormente, aparte de jugar por la Liga de Ajedrez de Bogotá, también lo hice por el equipo de las Fuerzas Armadas”.
¿Cómo iniciaste en el ajedrez? ¿Cómo aprendiste? ¿Quién te enseñó a jugar? Le pregunto a Adriana. “Cuando yo tenía cuatro años mi papa apareció un día en la casa con un tablero de ajedrez. Él era muy aficionado y siempre le gustó jugar. Entonces un día llegó con el tablero, dispuesto a enseñarnos a todos. Todos mis hermanos aprendieron y al principio yo solo miraba. Pero mi papa notó que yo tenía un interés diferente, como que miraba el tablero de forma distinta. Entonces me siguió enseñando más directamente a mí. Esas tardes de enseñanza nos acercaron profundamente. Siento que el ajedrez tuve un impacto demasiado grande en la relación entre mi papá y yo. De hecho, cuando yo comencé a competir mi papá era mi asiduo acompañante. En cada torneo sin falta estaba él ahí al lado esperando a que terminara. Yo no sé cuántos libros de literatura y derecho se leyó él ahí en la Liga de Ajedrez de Bogotá mientras me esperaba, pero tuvieron que haber sido muchos. De verdad que siempre admiré su paciencia. Su compañía fue muy valiosa y reconfortante porque para mí hubiera sido supremamente complicado hacerlo sola. En esa época no había internet ni nada del mundo digital que existe ahora, pero mi papá se las ingeniaba para estudiar ajedrez por su cuenta y transmitirme sus conocimientos. Encontraba libros de las maneras más inimaginables y, a pesar de que era un hombre muy ocupado, siempre sacó el tiempo para apoyarme en mi progreso con el ajedrez. Un hecho que siempre me llamó la atención de él fue que nunca me dejó ganar, es decir, cuando jugábamos él siempre jugó conmigo a ganarme. Nunca tuvo compasión conmigo en ese sentido. En alguna ocasión mi mamá me encontró llorando caminando de un lado a otro por los pasillos de la casa y me preguntó: ¿Qué te pasa, por qué lloras? ¡Mi papá se comió mi dama! ¡Tú no sabes lo que es perder una dama! El día que por primera vez le gané fue una emoción muy grande para mí. A lo largo de mi vida, siempre seguimos compartiendo y hablando de ajedrez y por eso siempre agradecí todo el apoyo que él me brindó”.
En esa época, jugar ajedrez era una actividad en mayor parte masculina y Adriana lo recuerda de esta forma: “Era difícil encontrar otra niña que jugara los mismos torneos conmigo. De hecho, en muchos torneos juveniles se daba el hecho que todos eran varones menos yo, yo era la única niña. Era de verdad insólito que una mujer jugara ajedrez.” Por eso la respuesta que le dió a su padre ante la pregunta crítica que le formuló puede parecer insólita también: “Cuando terminé el colegio, yo ya había jugado varios torneos nacionales e, incluso, un Paramericano de cadetes y es entonces cuando mi papá me encara y me pregunta: Bueno, ¿tú qué quieres hacer? La pregunta que todos los papás hacen. El cuestionamiento iba encaminado a qué quería yo estudiar y, por consiguiente, hacer con mi vida en el futuro. Me armé de todo el valor que pude y con toda la osadía de que fui capaz le respondí: Yo quiero jugar ajedrez! Y cerré los ojos como diciendo, me van a botar de la casa!” Le pregunto si ella lo sentía así, que en realidad quería jugar ajedrez por el resto de su vida y me responde: “Sí. Yo no sabía si por el resto de mi vida, pero en ese momento yo solo quería hacer eso: Jugar ajedrez! Y tu padre qué te dijo? “Yo estaba esperando una respuesta de algo así como: te enloqueciste!, pero por el contrario su respuesta, en realidad, fue por demás insólita:
- Perfecto. Pero con una condición, me propone él.
- ¿Cuál condición?
- Estudiarás ocho horas diarias.
- ¡Estudiaré diez horas diarias! le respondí instantáneamente.
-
“Él quería que yo jugara ajedrez pero que si lo iba a hacer lo tenía que hacer con extremada disciplina. Ninguno de mis padres me exigió nunca ser campeona de algo y creo que eso marcó la diferencia. Porque lo único que se pedía de mi era disciplina y yo estaba dispuesta a cumplir con eso. Ahí es cuando yo comienzo a discrepar con un grupo de gente que pensaba que para jugar ajedrez únicamente se requería de talento, pero para mis padres y, para mí misma, eran más importante la disciplina y el trabajo. El talento es algo innato con lo que tú naces, pero si no lo cultivas a través del trabajo y la disciplina no servirá de nada.
Y cómo cayó esa decisión en el resto de tu familia y en el entorno social donde te movías? “Mis padres lo enfrentaron con la mejor actitud, seriedad y respeto a pesar de que tuvieron que aguantar mucha presión social. Porque no era muy común en esa época que le preguntaran a un papá acerca de lo que su hija quiere hacer y responder que se quiere dedicar al ajedrez. Hoy en día podía pasar por un hecho anecdótico, pero en ese momento era de valientes. Pasaron así cinco años, donde me dediqué exclusivamente al ajedrez. Pero también fue ahí donde me encontré con la soledad, de trabajar casi siempre sola”. ¿Tuviste algún entrenador, algún mentor durante ese tiempo? le indago. “Como mi papá era oficial del ejército, yo jugaba los torneos que se organizaban en el Club Militar y en alguna ocasión pasó por allí Eliécer Bojacá y me vio jugar. Él era entrenador en la Liga de Ajedrez de Bogotá. Entonces le dice a mi papá: Señor yo quiero entrenar a su hija. Yo tenía 15 años por esa época y comienzo a entrenar con él. Eliécer iba prácticamente todos los días a mi casa a entrenarme. Era un persona muy disciplinada y organizada y aprendí demasiado de él. Se puede decir que él me formó como ajedrecista.”
La muerte. Ese susurro del viento que calla al final del día. Ese pliegue en el tiempo, el último abrazo del silencio. La muerte, ese sitio donde las palabras no llegan y el ruido se desvanece. Donde en la quietud hay belleza. Armada con la serenidad que la envuelve, la muerte toca a las puertas de Adriana de una manera inusitada: “Yo entrené juiciosamente con Eliécer durante seis meses. Y a los seis meses él se muere. Muere en un accidente absurdo, atropellado por un carro. Esa noticia me entristeció demasiado. Pensé, incluso, en dejar el ajedrez. Un hermano me dijo que, si no me parecía triste que, alguien que me había dado tanto, yo decidiera olvidarlo y que debía seguir adelante en homenaje a él. Y seguí y gané mi primer campeonato nacional en 1981”.
Adriana siempre ha tenido, aparte del ajedrez, una marcada predilección por las artes. En especial la música clásica y la literatura han marcado sus preferencias en el terreno lúdico del arte. Ella narra una particular historia que traza un eje transversal entre su predilección musical y su posterior trabajo como pedagoga: “Cuando yo termino el colegio aparte de mi entrenamiento y estudio con el ajedrez, también empiezo a hacer una formación musical. Comienzo a tomar unas clases de cultura musical con el maestro Luis Arturo Escobar; él estaba casado con la pianista Amparo Ángel. Tomaba las clases en la sala de su casa. Cuando yo gano el campeonato nacional de Riohacha en el 81, de eso salió un titular gigante en el periódico y pues prácticamente todo el mundo lo supo. Un día él me dice: ¿Por qué tu nunca me dijiste que jugabas ajedrez? El me propone entonces un trueque: mi esposa te enseña piano y tú me enseñas ajedrez. A mí me pareció el mejor trato del mundo. El inconveniente era que yo no tenía un piano propio para practicar…”
“Obviamente yo no podía pedirle un piano a mi papá, entonces practicaba con un piano pintado en cartulina. Luego una vecina me prestaba su piano en ocasiones para practicar. Tener un piano se convirtió casi que en una obsesión para mí. Entonces se me ocurre que dando clases de ajedrez podía recibir algún dinero y ahorrar para así comprar el piano. Ahí comienza mi historia dando clases. Comienzo con los hijos de la familia de mi mamá y desde el primer momento me fascinó. Me apasionó enseñar. Fue un amor al primer sentimiento y eso marcó mi vida en ese sentido para siempre”.
La magia existe. O por lo menos para quienes creen en ella, ese susurro de lo imposible siempre tendrá cabida en su universo. La magia, habitante de cada chispa, de cada sombra, esperando siempre a quien se atreva a escucharla. La magia, invocada por los antiguos con palabras olvidadas, tocó también la vida de Adriana en múltiples ocasiones. Un evento mágico sucede a continuación. Continuemos con su relato: “Obviamente que dictando clases de ajedrez nunca pude ahorrar para comprar el piano y entonces un día muy ofuscada le digo a mi mamá: Sabes qué? Pues me voy a ir a comprar la lotería y me la voy a ganar y con eso voy a comprar el piano! Mi mamá me retó a que lo hiciera y yo con mi rebeldía me fui a buscar al lotero. Lo encontré y él me presionaba para que le comprara todo el billete, que así ganaba más. Pero yo le dije: yo solo quiero una fracción para comprarme el piano. La fracción me costó $200 y me gané el premio mayor! Justo me alcanzó para la mudanza, la afinación y el piano, pero lo pude comprar”. Efectivamente veo el piano ubicado en la sala de su casa coronado, en su parte superior, por un majestuoso rey y una estilizada dama. La magia existe. ¿Pero es que acaso, no es el ajedrez y todo lo que el universo de este maravilloso juego encierra, magia en sí mismo?
Qué libros, qué textos ajedrecísticos te marcaron durante esos primeros pasos en el ajedrez? “Para mí un clásico absoluto y que nunca debería dejarse de leer es Mi Sistema de Nimzowitch. También los tomos de Grau. Los libros de Capablanca también los leí y los estudié. Hubo un hecho curioso y del cual mi mamá fue protagonista. Ella a veces me acompañaba a los torneos y vio una constante que pasaba en mis partidas. Ella decía que yo siempre perdía al final. Tu tienes que estudiar más finales!, me decía. Entonces un día se fue a recorrer librerías y llegó a la casa un día con un paquete de libros de finales. Estaban los libros de Maizelis, de Fine, etc. Pues gracias a ella fue que yo comencé a estudiar finales!”.
En cuanto al repertorio de aperturas de Adriana ella era muy asidua de jugar la Siciliana cerrada con piezas blancas y con negras la defensa India de Rey, la Siciliana Pelikan y la Caro-Kan y, en ocasiones, la Pirc. Dónde aprendiste esas aperturas y como las estudiabas? , le pregunto. “La siciliana cerrada me enseñó a jugarla el maestro Juan Mila (un connotado entrenador local en Bogotá y que tristemente también tuvo un final trágico como el de Eliécer Bojacá). Yo creo que una de las cosas que faltó en mi desarrollo ajedrecístico fue tener un repertorio de aperturas mucho más variado. En especial aperturas más abiertas. Permitirse la diversidad en un momento de formación es importante. En mi caso no pasó eso. Eliécer me enseñó a jugar Caro-kan. Y contra d4 siempre jugué la India de Rey. En esta última si me dio muchas pautas Alonso, pero un libro que me marcó mucho con esta apertura fue un pequeño volumen que escribió el maestro Juan Minaya, la Defensa India de Rey. Luego, ya salieron los informadores y la enciclopedia de aperturas. Me acuerdo que yo en los viajes llevaba incluso más libros que ropa!
Adriana Salazar mantuvo una relación con el GM Alonso Zapata. “Fue una relación bastante larga. Y tuvo bastante eco en esa época también porque él había sido campeón colombiano y yo también. Entonces pues era de todas maneras un hecho singular. Pero él viajaba mucho y no nos podíamos ver tan seguido. Ajedrecísticamente aprendí mucho de él porque de todas maneras es un privilegio tratar temas ajedrecísticos de primera mano de un GM. Ahora tenemos una buena amistad. De hecho, he colaborado con él en dos o tres ocasiones como conferencista en unos seminarios dirigidos por él y organizados por la Fide para Américas. Ahí he jugado el rol de conferencista en el tema del ajedrez pedagógico, que es a lo que me dedico ahora.
Adriana logró su título de Maestra Fide directamente en la Olimpiada de Salónica, Grecia, al lograr un perfomance de 8 puntos. La Olimpiada se llevó a cabo en noviembre de 1984 y el título le fue otorgado en enero de 1985.
El título de Maestra Internacional también lo alcanzó de manera directa, cuando ganó el Torneo Centroamericano y del Caribe de Ajedrez en Agosto de 1990.
Adriana ha sido la jugadora colombiana más ganadora de campeonatos nacionales, con un total de 9 galardones. Le siguen Ilse Guggenberger e Isolina Majul con ocho y siete campeonatos respectivamente.
Sus triunfos han sido así:
1981 - Riohacha
1983 - Bucaramanga
1985 - Bogotá
1986 - Bogotá
1988 - Bogotá
1992 - Medellín
1993 - Cartagena
1994 - Cartagena
1996 - Bucaramanga
Y en cuanto a Olimpiadas mundiales, Adriana ostenta varios records: junto con otras cinco jugadoras es quien más ha participado en Olimpiadas con un total de seis. Tiene el mayor número de partidas jugadas (80), mayor cantidad de puntos obtenidos (42.5), mayor cantidad de partidas ganadas (34) y mayor cantidad de puntos obtenidos en una olimpiada (9).
Su participación en las seis olimpiadas se resume así:
• 1982, segundo tablero en Lucerna (+3, =4, -5),
• 1984, primer tablero en Tesalónica (+8, =0, -6),
• 1986, primer tablero en Dubai (+8, =0, -6),
• 1988, primer tablero en Tesalónica (+5, =4, -5),
• 1994, primer tablero en Moscú (+7, =4, -3),
• 1996, segundo tablero en Yerevan (+3, =5, -4).
Qué recuerdas de las Olimpiadas.? Como te sentías jugando en ese evento tan espectacular? “De las olimpiadas tengo recuerdos muy valiosos. Tener la oportunidad de jugar una olimpiada mundial era algo que valía la pena lucharlo. Aparte de ver a los mejores jugadores del mundo reunidos en un mismo sitio, algo que siempre me impactó muchísimo fue el aspecto multicultural del evento. Por ejemplo, tú veías a todo el mundo sentado antes de que comenzara la ronda y observabas una multiplicidad de objetos, de turbantes, de collares, de manillas, de capas. Todo tipo de cabellos, rubios, negros, lacios, crespos y todo el mundo sentado en paz. Entonces ahí yo pensaba que todos podemos caber en el mismo mundo, sin importar raza, color de piel, religión, etc. Ahí es cuando cobraba fuerza el slogan de la Fide: Somos una familia. Era un espectáculo muy emocionante.
Adriana tuvo su última participación en un torneo de ajedrez en el año 96. “Mi última partida fue con una niña muy joven del Valle, Martha Mateus. Ella estaba muy bien preparada, me jugó excelente y quedó ganada. Pero no pudo encontrar el plan ganador, yo resistí y pude sacar unas honrosas tablas. Afortunadamente me pude retirar con honrosamente!

Desde ese año en adelante Adriana comienza a dedicarse a su nueva pasión que es la pedagogía con el ajedrez. “En el año 97 Jaime Sunye Neto, que entonces era el presidente de ajedrez de las Américas, me llama y me invita a un congreso en la ciudad de Curitiba, Brazil. El tema era Ajedrez en las Escuelas. Yo logro conseguir un apoyo por parte del grupo Bolívar para asistir al congreso. Viajo con mi tablero gigante y allí explico básicamente cómo se podía enseñar ajedrez jugando. Esa ponencia mía tuvo mucho eco entre los educadores que asistieron y se publicaron las memorias del congreso. Un tiempo después unas religiosas españolas querían colocar el ajedrez en sus colegios en Barcelona y, casualmente, encontraron las memorias de ese y les llamó mucho la atención mi ponencia. Ellas me contactan y querían que yo capacitara a sus maestros en la enseñanza del ajedrez acá en Bogotá en el Colegio Nazareth que era de la congregación de ellas. Fue el primer seminario formal que di para maestros. A los dos meses me invitan al colegio a recorrer todos los salones y veo con asombro que todos los alumnos ya sabían jugar ajedrez. Ellas lo llamaban el efecto multiplicador. Eso me emocionó profundamente. Yo ya tenía entonces mi método y mi escuela de ajedrez. A los dos meses me vuelven a contactar y me invitan a España. Estuve en Canarias, en Barcelona, en Madrid. Di conferencias en 10 colegios de ellos. Me invitaron a escribir un libro para que ellas lo publicaran. Escribo mi primer libro: Juega el Maestro Ganan los Niños. Doy seminarios también a padres de familia. Me quedo finalmente tres meses en España, trabajando 15 horas al día, escribiendo seis libros más para los niños. Ese es mi método completo que se llama Ajedrez en el Aula, que consta de ocho libros para niños y siete libros más para maestros. Es una plataforma enorme, que encierra cuentos, canciones. Estamos en 12 países e incluye todos los niveles. Ese es otro toque mágico en mi vida, porque gracias a que las religiosas aparecieron existe este proyecto gigante de Ajedrez en el Aula. Pero aparte de la magia que pueda existir, creo que todo se debe al trabajo y a la disciplina. Eso es lo que ha hecho que no solo en el ajedrez sino en todo este proyecto pedagógico las cosas hayan marchado de la mejor manera para mí.
Este es un ecosistema completo que encierra la presentación de los libros a una editorial en Barcelona, una plataforma online, un proyecto musical para la producción de todas las canciones, escritura de cuentos, traducción al inglés de todos los libros; es un proyecto que incluye más de 200 presentaciones de ejercicios para los niños y el método está presente y está siendo utilizada en España, Colombia, México, Estados Unidos, Argentina, Ecuador, Chile, Paraguay, República Dominicana y Australia.
Aparte de su labor como ajedrecista y pedagoga, Adriana es licenciada en Lingüística y Literatura. Está casada hace 23 años y su esposo trabaja con ella mano a mano en el proyecto. Tiene un hijo, Nicolás, de 18 años. El recién terminó la secundaria y su pasión es practicar el ciclomontañismo en la modalidad de Enduro. Le pregunto a Adriana si juega ajedrez en línea y me dice: “Tengo cuentas en lichess y chess.com, pero no juego allí. Utilizo esas cuentas más para ayuda en mi trabajo. Pero no me desprendo del todo del ajedrez. Me fascina inventar problemas de ajedrez. Y jugar partidas a la ciega me encanta. Me gusta aplicar la magia en el ajedrez y, de hecho, estudié magia en la Escuela de Artes Mágicas de Bogotá”.
Ante la ineludible pregunta de qué significa el ajedrez para ella, me responde: “El ajedrez es una forma de crear, una forma de pensar. Me ha enseñado la disciplina de trabajo. Me ha enseñado a planificar. Por otra parte, el ajedrez siempre me ha apasionado desde diferentes facetas: inicialmente me apasionó como juego. Me apasionó su lógica, esa posibilidad que da para crear. Luego, cuando descubro educación y ajedrez, eso también me apasiona infinitamente. Y ahora una de las cosas que más me gratifica es capacitar a maestros.
Debido a su labor pedagógica con el ajedrez, Adriana se hizo acreedora al premio Compartir al Maestro, organizado por la fundación Compartir en el rubro de Maestra Ilustre en 2002.
Adriana Salazar: campeona en el ajedrez y en la vida. Es un modelo a seguir para generaciones presentes y futuras y ejemplo claro que con disciplina, trabajo duro, deseos de triunfar y una planeación cuidadosa se pueden alcanzar las metas más altas y alcanzar el éxito en el deporte y en la vida.
ALGUNAS PARTIDAS DE ADRIANA SALAZAR
Artículo original publicado en la revista Peón, Edición Septiembre N°9, 2024.
Ingeniero de Sistemas Universidad Nacional - Universidad Católica de Colombia - Especialista en Gerencia de Proyectos Amo el ajedrez como deporte, ciencia y arte. Me gusta escribir sobre historia y literatura en general.