Durante siglos, el ajedrez ha sido considerado el juego de los reyes, al que sólo podían acceder las mentes más fuertes de la humanidad. Como era de esperar, los cambios en el enfoque del ajedrez están estrechamente entrelazados con la filosofía, la cultura y la historia del mundo. Veamos cómo el pensamiento en torno al "juego del rey" ha seguido el ritmo del desarrollo universal.
Época del Renacimiento
A pesar del innegable origen del primer ajedrez en la antigua India, nuestra versión moderna del juego se originó en el siglo XV en el Mediterráneo. ¡Y esto no es sorprendente en absoluto!
Recordemos cuál era el lema central del Renacimiento: "el hombre es la medida de todas las cosas". El humanismo centró todo el arte en torno a la imagen de un hombre fuerte: de ahí el "David" de Miguel Ángel, las obras de Da Vinci... ¿Qué arte de la época podía mostrar claramente la inteligencia? El ajedrez, por supuesto. Los jugadores más fuertes procedían de países donde el Renacimiento estaba en su apogeo: Italia, España, Portugal.
Quizás el ajedrecista más famoso de aquella época fue el español Ruy López, en cuyo honor se llama una de las aperturas más populares que aún se utilizan en el ajedrez profesional, el juego español (la tradición anglosajona conserva el nombre del ajedrecista: Ruy López).
El triunfo de la razón
A principios del siglo XVII, René Descartes publicó su extensa obra, por la que se ganó merecidamente el sobrenombre de "padre de la filosofía de la Nueva Era". Sus revolucionarias ideas fueron posteriormente acogidas con entusiasmo por la Ilustración y siguen constituyendo los cimientos del sistema de pensamiento moderno.
En el centro del sistema cartesiano está la razón, la conciencia, que busca y como si pudiera saberlo todo. También en el ajedrez de esta época aparece el racionalismo inherente a la época. En 1749 François Philidor escribió su obra "Análisis del juego del ajedrez", donde presentaba los fundamentos del juego posicional. En lugar de las combinaciones fuertes y la confianza en el desarrollo de las piezas -un estilo característico del Renacimiento-, Philidor propone evaluar los peones y su colocación. Aquí también podemos trazar un interesante paralelismo: la aparición del hombre común -el peón- en la escena política. Recordemos que en los siglos XVIII y XIX cayeron las monarquías y se formaron repúblicas en Europa y América.
Fuertes ajedrecistas pasan a primer plano ya en Francia e Inglaterra: MacDonnell, Labourdonnais, Staunton. En el Nuevo Mundo, sin embargo, sonó el nombre de un jugador brillante: Paul Morphy.
"Nuevos jugadores".
En el siglo XIX, con el regreso de las potencias centroeuropeas a la política mundial (Alemania unida, Reino de Italia), se observa la aparición de los ajedrecistas más fuertes del mundo ya en Europa Central. El primer duelo por el título de campeón del mundo es entre el austriaco Wilhelm Steinitz y el alemán Johann Zuckertort, aunque éste nació en el Reino de Polonia, formalmente en el Imperio ruso. En esta época en el ajedrez hay un excesivo pragmatismo, "cientificismo" y confianza en el juego posicional.
Psicologismo e intuición de principios del siglo XX
El segundo campeón del mundo, Emmanuel Lasker, suele describirse como un "jugador psicológico". Lasker creía que, aparte de la técnica, la teoría, etc., en el ajedrez hay que estudiar necesariamente al rival y aprovechar sus debilidades.
El siguiente campeón después de él, José Raúl Capablanca, es conocido en la historia como un jugador intuitivo y, según la leyenda, él mismo aprendió ajedrez de niño, sólo viendo jugar a los adultos.
Prestemos atención a lo que ocurre en el mundo en estos momentos. El psicoanálisis gana rápidamente celebridad (Z. Freud, C. Jung) y penetra sin cesar en la filosofía, la cultura e incluso el comercio (E. Bernays). La doctrina de la intuición de Henri Bergson se hace tan popular que el mariscal francés Foch se guía por el "impulso de la vida" a la hora de tomar decisiones en vísperas de la Primera Guerra Mundial, del mismo modo, en Alemania recurren a las ideas de Friedrich Nietzsche.
También está el caso de nuestro compatriota Alexander Alekhine. Su agudo estilo combinatorio de juego y sus inusuales experimentos en la apertura (la defensa de Alekhine) se convirtieron en una especie de reflejo del modernismo y el vanguardismo en el arte. Al fin y al cabo, de forma similar se revisó la tradición durante la Edad de Plata. No en vano, Alekhine se convirtió en el prototipo del Luzhin de Nabokov.
La Guerra Fría
El rápido progreso tecnológico a ambos lados del Telón de Acero, la carrera espacial y nuclear... El ajedrez se convierte en una herramienta de la Guerra Fría. El juego se vuelve cada vez más metódico y pragmático (con la excepción, quizá, del agudo juego de Mikhail Tal). Los ajedrecistas soviéticos se suceden en el pedestal de campeones.
Los años 60 fueron un soplo de aire fresco para Occidente, tanto en el ajedrez como en la cultura: bandas de rock inglesas, cultura hippie, rebelión estudiantil. Vemos, por ejemplo, el libro de R. Mörl "Tras el cristal". Bobby Fischer aparece en la escena ajedrecística con su enérgico estilo de juego y arrebata la corona a Boris Spassky. Una cierta combinación de "frialdad" y dinamismo, característica del periodo histórico, también es evidente en los siguientes campeones soviéticos.