El ajedrez es más que un juego, es una cama de pruebas para la investigación científica, sobre todo en campos como la Inteligencia Artificial, la Teoría de Juegos y desde luego, la psicología, en donde se abarca el ajedrez y sus practicantes como un fenómeno digno de ser estudiado.
Fue quizás Alfred Binet, un pedagogo, grafólogo y psicólogo francés, quien decidió investigar cómo es que los ajedrecistas podían jugar sin ver el tablero. El académico indicaría su interés en una frase famosa, que dice así: “Si pudiéramos observar el interior de la cabeza de un jugador de ajedrez, encontraríamos ahí un mundo lleno de sentimientos, imágenes, ideas, emoción y pasión”. Los hallazgos de Binet en el tema del ajedrez a la ciega son muy importantes, pues mostró que –al contrario de lo que se pensaba– los ajedrecistas no tienen imágenes mentales “fotográficas” del tablero. Lo que encontró Binet es que los jugadores lo que tienen es una especie de mapa de relaciones entre las piezas: qué pieza ataca a cuál, qué peón defiende qué casilla u otra pieza, etcétera.
Pero fue Adrian de Groot, un psicólogo holandés que también era maestro de ajedrez, quien condujo una serie de experimentos muy famosos en los años 1940s-60. En el año 1946 publicó su tesis, la cual se tradujo al inglés como Thought and choice in chess (Pensamiento y elección en ajedrez), en donde realizó una serie de experimentos con diferentes jugadores, desde grandes maestros hasta simples aficionados e incluso principiantes...