Hace 25 años, una supercomputadora derrotaba por primera vez a un campeón de ajedrez, el ruso Garry Kasparov, un hito histórico que sin embargo solo fue el principio de un largo camino para la inteligencia artificial.
Ocurrió el 11 de mayo de 1997, en Nueva York, ante una audiencia atónita.
Kasparov, de 34 años, se enfrentó a DeepBlue, un ordenador creado po IBM, con un resultado final de 3,5 a 2,5 puntos.
Campeón del tablero desde 1985, Kasparov se levantó de la mesa de golpe, en la partida decisiva.
Un año antes el impetuoso ruso, famoso por sus declaraciones triunfales, había ganado a DeepBlue con un resultado 4 a 2.
Cuando volvieron a enfrentarse, Deep Blue había sido mejorado, hasta ser capaz de calcular 200 millones de posiciones por segundo.
Kasparov siguió insistiendo en que era capaz de batir a cualquier máquina, y que solo el nerviosismo pudo con él. Se embolsó 400.000 dólares, pero la humillación le duró largo tiempo.
- "Fuerza bruta" -
Un cuarto de siglo después, los expertos le dan la razón, en parte.
La victoria de DeepBlue fue un acontecimiento "culturalmente increíble" pero un triunfo "de la fuerza bruta", explica a la AFP Philippe Rolet, doctor en inteligencia artificial, cofundador de Artefact, consultora francesa.
Fue esa masiva capacidad de calcular posibilidades de juego la que venció a la voluntad humana, mucho más flexible y creativa.
La verdadera revolución con la inteligencia artificial apenas está empezando, con la imitación por parte de la máquina de la manera de operar del cerebro humano, mediante una red de neuronas que se conectan e intercambian información de forma constante.
Las nuevas computadoras se forjan ellas mismas sus propias reglas, tras un periodo de aprendizaje que conlleva una masiva ingestión de datos.
"Pasamos de una programación imperativa a una programación por aprendizaje", explica Rolet.
En 2017, el algoritmo AlphaGo de la compañía DeepMind batió al número uno mundial del juego de origen chino go, Ke Jie.
Con esa partida "nos dimos cuenta de que el humano era mucho menos bueno de lo que pensábamos. Algunas jugadas del algoritmo que pensábamos que eran errores de debutante resultaron ser golpes geniales", explica Crédic Villani, un conocido matemático y político francés...