El equipo femenino de la URSS afrontó la siguiente Olimpiada de Ajedrez de 1988 con la condición de favorito inequívoco y no alternativo. En aquel momento, el equipo soviético sólo se había quedado sin ganar el torneo una vez en treinta años, y sólo porque una vez lo había boicoteado por motivos políticos.
Las chicas iban camino del oro también esta vez, pero en el último momento un incidente inesperado mezcló las cartas. Una de las estrellas del equipo nacional huyó a Estados Unidos en plena competición.
Elena amaba en secreto a su colega estadounidense.
La principal estrella de la olimpiada
La composición de la selección nacional de la URSS antes del viaje a Salónica prácticamente no difería de la que había representado al país en el torneo en los últimos 10-15 años. El equipo estaba liderado por la campeona del mundo Maya Chiburdanidze, que ya se había convertido en una leyenda viva. Irina Levitina, la principal veterana del equipo que ganó su primera medalla de oro olímpica allá por 1972, y Marta Litinskaya, debutante en la competición, actuaron codo con codo con ella.
La cuarta integrante del equipo era Elena Akhmylovskaya. La ajedrecista nunca había ganado el Campeonato de la URSS, pero ya era conocida en el ámbito internacional: dos años antes, junto con el equipo nacional soviético, había ganado el undécimo título olímpico para el equipo nacional en Dubai. Ese mismo año perdió contra Chiburdanidze en el partido por el campeonato del mundo celebrado en Georgia, donde la atleta rusa no tenía ni un solo admirador.
Sin embargo, en Grecia fue Akhmylovskaya quien se convirtió en la principal estrella del equipo. Gracias a ella, la selección nacional de la URSS logró pasar por encima de Hungría, que dio un auténtico estirón en el torneo. Este país llevó al torneo a las tres hermanas Polgar, que más tarde se convertirían en estrellas mundiales del ajedrez.
Tras perder contra las húngaras al principio del torneo, el equipo de la URSS recuperó el primer puesto en la 10ª ronda gracias a los esfuerzos de Akhmylovskaya. El equipo tenía cuatro partidas más por delante, y la diferencia con sus rivales era de un punto y medio, una distancia decente, pero era imposible perder la concentración.
"Elegí la felicidad personal"
Las opciones de oro del equipo se vieron truncadas inesperadamente por la misma Akhmylovskaya, que tendió una trampa sin precedentes a sus compañeras en pleno torneo. Elena, que estaba secretamente enamorada del entrenador de la selección estadounidense John Donaldson, se casó oficialmente con él en la embajada del país en vísperas del siguiente match, y a la mañana siguiente... abandonó Grecia en el primer avión, rumbo directamente a Estados Unidos.
El comportamiento del ajedrecista supuso una conmoción absoluta para la selección nacional. Los dirigentes deportivos de la URSS, a pesar de la mejora de las relaciones con Estados Unidos, también estaban consternados. Los agentes del KGB empezaron inmediatamente a interrogar a las otras deportistas, y los funcionarios querían exigir a la Federación Internacional de Ajedrez (FIDE) que descalificara a Akhmylovskaya, pero al final no se tomaron medidas represivas contra ella.
- No había política ni disidencia desesperada en mi movimiento, pero la perestroika acababa de empezar en la URSS por aquel entonces, y existía un peligro muy real de que me prohibieran viajar y me separaran de mi amado hombre por mi conexión con un estadounidense. Lo sentí por el equipo, les decepcioné objetivamente, pero a veces hay que tomar decisiones difíciles. Elegí la felicidad personal", admitió más tarde la atleta.
La sensación húngara
La selección nacional no logró recuperarse de la pérdida de un miembro clave del equipo en aquel torneo. Ya en la siguiente ronda, las ajedrecistas soviéticas perdieron puntos, lo que permitió a los húngaros acercarse a ellos, y cuando llegó la partida decisiva los competidores estaban igualados.
En la última ronda, el equipo nacional de la URSS se vino abajo. En un enfrentamiento con Holanda, cuyo equipo ocupaba entonces una posición incomparablemente inferior, todos los ajedrecistas soviéticos empataron inesperadamente. Sus rivales de Hungría aprovecharon esta debilidad para ganar la primera medalla de oro olímpica de la historia del país.
En la ceremonia de entrega de premios, los aficionados griegos aplaudieron a las heroínas del torneo, mientras que las subcampeonas acudieron a por sus medallas como si asistieran a un funeral. Dos años más tarde, el renovado equipo tampoco pudo vengarse de Hungría: la medalla de oro de la olimpiada de 1986 siguió siendo la última de la historia de la selección femenina de la URSS.
El fatídico matrimonio de Akhmylovskaya y Donaldson no duró mucho. Sólo dos años después la pareja se divorció, y Elena se casó con Georgy Orlov, otro ajedrecista ruso que había emigrado a Estados Unidos. Unos años más tarde puso fin a su carrera deportiva y se dedicó a su familia y a entrenar. Akhmylovskaya visitó Krasnoyarsk, donde pasó la mayor parte de su vida, por última vez en 2003. La famosa deportista falleció con sólo 55 años.