Escribía el legendario campeón, Garri Kasparov, que el ajedrez era una metáfora de la vida. Con la llegada de los superordenadores y el profundo replanteamiento conceptual respecto al papel de las mujeres en la sociedad, esto es ahora una realidad, cuyos orígenes trataremos de trazar brevemente.
Llevó décadas y millonarios esfuerzos lograr que los programas de ajedrez derrotaran al ser humano. El problema principal de las computadoras es que -debido a su programación binaria- hacían un cálculo estrictamente material de las posiciones, de manera que les costaba mucho trabajo encontrar las defensas adecuadas contra los sacrificios de piezas o los ataques masivos al enroque, la fortaleza del rey. La fuerza bruta a veces no podía contra el ingenio.
El dilema no es fácil de resolver, pero se puede explicar así: De nada sirve tener un montón de piezas si no se pueden coordinar eficazmente ni para el ataque ni para la defensa. La ventaja relativa, digamos de una dama y un caballo bien puestos para atacar, pueden demoler cualquier baluarte o ejército. La materia no lo es todo, las consideraciones de espacio y tiempo también son importantísimas, algo muy difícil de valorar desde un análisis mecánico de una situación dada...