Mi papá se llama Luis Gonzalo “Chalo” Lotero Parra, de profesión mecánico industrial. Toda su vida dedicada a la actividad física y el deporte. Jugó en incontables equipos de fútbol. Corrió en maratones como aficionado. Al lado de mi mamá, luz Marina Correa Ospina, también apasionada por el deporte, le daban regularmente 30 o 40 “vuelticas” trotando, a la pista atlética de la cancha del Dorado, a veces trotaban desde nuestra casa, ubicada en el barrio el Salado en Envigado, Antioquia, hasta la antigua cárcel de la catedral, un ascenso que es difícil incluso para los atletas profesionales.
Cuando yo llegué a este mundo, lo hice con bastantes complicaciones, fue un embarazo de riesgo, mi mamá presentaba inconvenientes para tener hijos. Pasé varias semanas en el hospital, era un bebé muy débil, pequeño, bajo de peso y con dificultades respiratorias, cosa que alertó inmediatamente a mis padres, quienes con la asesoría de los médicos decidieron que me iban a educar en la actividad física y el deporte, algo que ellos disfrutaban inmensamente y que sabían era el mejor camino para formar integralmente al ser humano.
Mientras que mi mamá asumió los roles logísticos (nutricionista, masajista, enfermera, utilera, administradora de los descansos, tutora académica) mi padre se dedicó a mi formación polideportiva. Llegaba en bicicleta de su fatigante jornada laboral a las tres de la tarde y no descansaba ni un minuto, con una motivación envidiable alistaba todo para brindarme unas completas sesiones de iniciación deportiva, Atletismo, natación, ajedrez y gimnasia, fueron los primeros deportes en los que me inició. Muchos años después en la licenciatura en educación física me di cuenta de que eran los deportes base para los diferentes procesos deportivo ¡Mi papá sabía lo que hacía!
Las capacidades básicas, eran su tema de conversación todo el tiempo, (yo tenía 3 -4 años). Introducía un viejo palo de escoba en los huecos de los adobes del patio y me ayudaba a realizar mis primeras “barras”, me enseñó a trepar árboles, a hacer abdominales, a subir escalas, a trotar, a correr, a saltar lazo, a nadar. Quería que yo fuera el niño más “fuerte” del barrio y lo que más disfrutaba era verme jugar “la lleva” y que no me alcanzaran, que le ganara a los hijos de sus amigos en el “pulso de brazo”, que fuera el que más aguantara la respiración bajo el agua, que cumpliera cada sábado la meta del peaje, la cual consistía en levantarnos a las 4:30 am para subir caminando desde la casa hasta el peaje del retiro, un ascenso de aproximadamente 12 kilómetros por la loma del escobero (ruta muy utilizada por los escaladores del ciclismo), que le ganara a los aficionados de la cuadra en ajedrez, entre otros muchos retos a los que siempre me motivaba para que yo mejorará tanto en el deporte como en mi salud.
Luego me enseñó lo básico del tenis de mesa, billar, fútbol, ciclismo, baloncesto, senderismo, pesca, escalada, elevar cometa, y muchos más deportes y atividades lúdicas de los cuales el tenía nociones. Posteriormente me llevó a la escuela de fútbol Girasol del Primo Bernardo Torres y al polideportivo sur de Envigado, mi segundo hogar durante los primeros 20 años de vida. Allí me acompañaba a los entrenamientos de taekwondo, tenis de mesa, natación, pesas, boxeo, ajedrez y fútbol. Este último realmente no se me dio muy bien nunca (en la actualidad tengo menos nivel que cuando tenía diez años). Mi papá se esforzó entrenándome para que yo fuera bueno, pero nunca tuve un nivel destacado en el fútbol, quería que yo fuera defensa, como él y me enseñó a mantener el equilibrio, a marcar, a analizar las intenciones del rival y a entrar con fuerza, eso sí de manera legal y sin dañar a nadie. Le encantaba que yo llegara primero al balón o que en un choque saliera victorioso contra niños más grandes y pesados, esto último era lo que lo hacía sentír más orgulloso, no había nada mejor para él que escuchar a la gente diciendo: “increíble ese niño tan pequeño como pudo con ese grandote”, cada que esto ocurría yo volteaba a la tribuna y veía a mi papá feliz levantando el pulgar en señal de aceptación, para mí era lo máximo, era mejor que anotar un gol.
Recuerdo el primer torneo de ajedrez al que me llevó, yo tenia 8 años, era el escolar del municipio de Envigado categoría sub 11, nadie me conocía, nunca había estado en una clase grupal, mis sparring eran los amigos de mi papá y Don Abel el señor de la tienda del barrio, mi padre estaba muy emocionado, tanto así que se tomó unas cuantas copas mientras terminaba la competencia, creo que una o dos cada que alguien le iba informando sobre una nueva victoria mía. En ese torneo puse en práctica todo lo que mi papá me enseñó: “ –M´hijo domina el centro, desarrolla rápido tus piezas, protege tu rey, ataca como los rusos y no te dejes dar el mate pastor-. M´hijo, mucho ojo con eso-. Conceptos que aprendió en los pocos libros que tenía, fundamentos del ajedrez del gran Capablanca y un par de tomos del argentino Roberto Grau. El resultado de esa primera experiencia competitiva en el ajedrez, fue un empate en el primer puesto y mi papá un poco ebrio. Luego nos bajamos del bus unas cuadras más arriba de la casa, porque él quería que todos en el barrio me vieran con el trofeo, estaba super orgulloso, desde ese momento empezó mi camino ajedrecístico.
Más adelante a mis once años, entrenaba con el maestro internacional Jorge Mario Clavijo, les comenté a mis papás que no me gustaba casi competir, que quería ser entrenador, que disfrutaba mucho darle clase a los niños del barrio, que más adelante iba a estudiar educación física como “Clavi” y algún día ser de los mejores entrenadores del mundo. Se sintieron muy felices y me apoyaron incondicionalmente ya que ellos también hubiesen querido estudiar esa carrera, mi papá me dijo que siguiera como deportista unos años más, que eso me fortalecería para cuando fuera entrenador y realmente tenía razòn.
Mi papá nunca se ha enojado conmigo por perder en alguna competencia, siempre ha sabido que eso hace parte del deporte, que hasta los mejores pierden, me recalca que “perder es ganar un poco”, eso al parecer se lo aprendió al profe Pacho Maturana y me dice que lo importante es que todos los días me levante a seguir trabajando por mis sueños, incluso los días que no tenga tanta motivación, porque “de eso días también hay”. Siempre me puso su hombro para secar mis lágrimas cuando perdía alguna partida o torneo (fui un niño y un adolescente muy llorón), recuerdo el día que perdí mi primera partida, ocurrió en el tercer torneo en el que participé, me creía invencible, hasta que me topé con mi viejo amigo Sebastián Marín, quién me superó en un final de peones, por esa partida lloré en la sala de juego, en el largo viaje a casa y durante todo el día, mi papá solo me dijo: “M´ijo, hay que entrenar más”.
Me levantaba todos los días con la radio de periodismo deportivo, con programas como el de Wbeimar Muñoz Ceballos, “Wbeimar lo dice” o el de Guillermo Montoya Callejas, "Buenos días deporte", él quería que yo me enterara de todo lo relacionado con el deporte, decía que más adelante me iban a servir mucho. Me llevaba a todas las versiones del pony futbol y a las competencias de diferentes deportes que se realizaban en Medellín, el definitivamente siempre quiso la vida deportiva para mí y para mi hermana.
Ahora soy un buen entrenador de ajedrez, participo en varios eventos deportivos para aficionados en diferentes disciplinas, soy un enamorado del deporte y la pedagogía. Pongo en práctica todo eso que mi papá me enseñó, no solo lo técnico y lo físico, sino también lo psicológico y lo social, a ser siempre positivo, disciplinado, a estudiar mucho, a ser creativo, a siempre proponer cosas nuevas, a ser amigo de todo el mundo, a tener ese sentido del humor que siempre lo ha caracterizado, no hay quien le gane en sacarle el chiste a todo. Cada que habla conmigo me dice que se siente muy orgulloso de todos mis logros y yo lo primero que hago, cuando logro algo bueno por pequeño que sea, es contarle y agradecerle por todo lo que me ha enseñado. Todavía soy ese niño que se conmueve y emociona cuando le cuenta a su papá, la más sencilla de las alegrías.
Por eso y por mucho más quiero compartir con ustedes, este pequeño homenaje, un breve resumen, porque para todo lo que mi papá me ha enseñado, necesitaría escribir un libro. Feliz día para mi papá ¡Mi héroe!
FM FAIBER LOTERO
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Entrenador colombiano de ajedrez, entrenador de la liga de ajedrez de Bogotá, integrante del grupo de investigación GRICAFDE Universidad de Antioquia, especialista en entrenamiento deportivo, especialista en Psicología del deporte y la actividad física, licenciado en educación física y deportes, estudiante maestría en fisiología del ejercicio. diplomado en administración deportiva Comité Olímpico colombiano, diplomado en organización de grandes eventos deportivos Comité Olímpico,Instructor FIDE, Georgia 2018, escritor del libro la Planificación del capitán Olímpico de ajedrez. Entrenador de deportistas títulados.
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