Durante las primeras décadas del siglo XX, el ajedrez vivió una transformación silenciosa pero profunda. Dos figuras representaron polos ideológicos opuestos: Siegbert Tarrasch, médico bávaro y principal divulgador de la escuela clásica, y Aron Nimzowitsch, pensador independiente que lanzó los cimientos del hipermodernismo. Su rivalidad no fue solo de estilos ni de resultados: fue una colisión de ideas sobre cómo se debe pensar el ajedrez.
A través de libros, partidas, artículos —e incluso comentarios punzantes— esta confrontación se convirtió en uno de los episodios más influyentes de la historia del pensamiento ajedrecístico.
Dos concepciones del ajedrez
Tarrasch (1862–1934), discípulo indirecto de Steinitz, consolidó el corpus del ajedrez clásico en obras como 300 partidas de ajedrez (1909) y El juego del ajedrez (1912). Promovía principios como ocupar el centro con peones, desarrollar rápidamente las piezas, castigar imprecisiones y obedecer leyes estratégicas casi inmutables.
Nimzowitsch (1886–1935), nacido en Riga, fue el gran reformador. Su libro Mi Sistema (1925) propuso controlar el centro a distancia, restringir la movilidad del oponente, aplicar profilaxis y sobreprotección. Rechazó la ocupación directa como dogma y buscó construir planes más flexibles y estratégicos.
El debate sobre el centro
Tarrasch defendía que el centro debía ocuparse con peones y rechazaba cualquier variante que implicara cederlo, como 3...dxe4 en la Francesa. Su enfoque era directo y sus juicios, a menudo tajantes.
Nimzowitsch, en cambio, creía que era posible ejercer un dominio más profundo sobre el centro con piezas. Introdujo maniobras como dejar que el rival lo ocupe, para luego atacarlo con presión lateral. Su enfoque se basaba en planes a largo plazo y estructuras restrictivas más que en ocupación inmediata.
El peón aislado: símbolo de una ruptura doctrinal
Uno de los temas más emblemáticos de su enfrentamiento fue el tratamiento del peón aislado de dama. Para Tarrasch, esta estructura ofrecía dinamismo, control central y líneas abiertas. Consideraba que las debilidades estructurales eran aceptables si se compensaban con actividad.
Nimzowitsch, en cambio, lo veía como una debilidad estratégica a largo plazo. En Mi Sistema, lo presenta como un objetivo natural de bloqueo y restricción. Su enfoque era más profiláctico: prefería evitar la creación de debilidades permanentes, incluso si eso implicaba ceder algo de iniciativa.
Esta diferencia reflejaba una divergencia filosófica más profunda: para Tarrasch, el ajedrez debía jugarse con principios claros y agresivos; para Nimzowitsch, debía pensarse como una lucha de tensiones latentes. La partida de Breslau en 1925, donde Nimzowitsch venció, ilustra esta tensión estructural y conceptual.
Dos maneras de enseñar
Tarrasch escribía con un estilo normativo y aforístico. Frases como “El peón pasado debe ser empujado” o “Cada peón es una dama potencial” caracterizaban su enfoque. Su objetivo era simplificar principios complejos para hacer el ajedrez accesible a estudiantes y aficionados.
Nimzowitsch, en cambio, tenía un estilo más ensayístico. Introdujo conceptos como profilaxis, bloqueo o sobreprotección, que antes no tenían nombre. Su aporte fue menos normativo y más conceptual, buscando que el jugador pensara por sí mismo.
El apéndice más provocador
En 1913, Nimzowitsch publicó en Wiener Schachzeitung un ensayo crítico sobre la obra de Tarrasch, luego reproducido como apéndice en Mi Sistema. Bajo el título ¿Tiene “La partida moderna de ajedrez” del Dr. Tarrasch un contenido realmente moderno?, cuestionaba la rigidez de su pensamiento y su resistencia a nuevas ideas.
Criticaba su rechazo automático a jugadas modernas, su etiquetado arbitrario de variantes, y su negativa a contemplar principios dinámicos. Aunque afirmaba no querer iniciar una polémica, el texto tuvo gran repercusión y marcó un punto de inflexión en el debate teórico.
Tensión más allá de la teoría:
Existen episodios que ilustran la hostilidad entre ambos:
En Coburgo, 1904, Tarrasch habría vencido a Nimzowitsch en una partida amistosa rápida y comentó: “Nunca tuve una posición ganadora después de tan pocas jugadas”. Aunque no se conserva el registro, el comentario circuló ampliamente.
Años después, Tarrasch escribió en la prensa que una partida de Nimzowitsch contra Rubinstein era “fea” y que su estilo era antiestético. Esto motivó una carta pública de respuesta, donde Nimzowitsch defendió su enfoque y cuestionó el uso que Tarrasch hacía de su tribuna periodística.
El mencionado apéndice en Mi Sistema consolidó su postura crítica, aunque no puso fin a la disputa de ideas que continuó, de forma más o menos explícita, en años posteriores.
Trayectorias deportivas: dos carreras brillantes y contrastadas
Aunque se los recuerda más por sus ideas, ambos fueron ajedrecistas de élite.
Tarrasch ganó cinco torneos internacionales consecutivos entre 1888 y 1894, entre ellos Núremberg, Breslavia y Mánchester. Derrotó a campeones del mundo como Steinitz, Lasker, Capablanca, Alekhine y Euwe. Disputó el título mundial contra Lasker en 1908 (perdiendo 10½–5½) y venció en torneos como Montecarlo (1903) y Ostende (1907). En 1914, fue cuarto en San Petersburgo, por delante de Capablanca.
Nimzowitsch, aunque menos dominante en resultados, fue uno de los cinco mejores jugadores del mundo en la década de 1920. Logró segundos puestos en Karlsbad (1923) y Londres (1927), venció en Marienbad (1925) y Dresde (1926), y obtuvo el tercer lugar en Nueva York (1927). Venció a Tarrasch en Breslau en 1925, uno de sus triunfos simbólicos.
Perspectivas contemporáneas
Hoy se entiende que el ajedrez moderno no eligió entre Tarrasch o Nimzowitsch: los integró. La claridad estructural y los principios elementales del primero conviven con los conceptos estratégicos profundos del segundo.
Aperturas como la Defensa Caro-Kann, la Francesa o la Nimzoindia se nutren de ambos enfoques: ocupación y restricción, principios y flexibilidad.
Frente a frente: las partidas entre Tarrasch y Nimzowitsch
Si bien su duelo principal fue ideológico, Tarrasch y Nimzowitsch también se enfrentaron sobre el tablero en numerosas ocasiones. Según una consulta en la Mega Database 2025, disputaron un total de doce partidas, con un marcador final de 7½ a 4½ a favor de Nimzowitsch.
La primera partida tuvo lugar en Núremberg, en 1904, y finalizó en tablas. La última fue disputada en Bad Kissingen, donde Nimzowitsch se impuso, consolidando así su dominio personal frente al clásico bávaro.
Más allá del resultado deportivo, estas partidas ofrecen una ventana única al choque de ideas que ambos encarnaron: claridad normativa contra flexibilidad estratégica, y ocupación directa contra control profiláctico. A continuación puedes observar las partidas disputadas entre estos dos grandes de la historia del ajdrez mundial.
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