El ajedrez siempre ha dependido de la generosidad de sus aficionados más acaudalados. Podríamos remontarnos a Alfonso X el Sabio y a los Borgia. Jacqueline Piatigorsky, de soltera Rothschild, regó con su fortuna los mejores tableros de Estados Unidos en los años 60. El inversor británico Jim Slater salvó el Mundial de Islandia entre Fischer y Spassky en 1972, al doblar la bolsa de premios. El empresario americano Red Sinquefield ha convertido San Luis en la capital del ajedrez mundial. El último multimillonario del tablero es el más misterioso de todos. De Isai Scheinberg se sabe menos que de muchos espías, aunque sus vínculos con España son públicos: su hijo Mark compró en 2017 la mitad del complejo Canalejas, en Madrid. «Ahora juego mucho al ajedrez, eso me hace feliz», asegura despreocupado el hombre que fundó PokerStars en 2001 y que trece años después vendió la empresa por 4.600 millones de euros.
Los Scheinberg acaban de firmar ahora un contrato de patrocinio con la Federación Internacional hasta 2026. En plena guerra y con un presidente ruso pero crítico a Putin, la FIDE podrá organizar así sus principales competiciones sin estrecheces. Este año, la más importante es el torneo de Candidatos, que se jugará en el Palacio de Santoña de Madrid a partir del 16 de junio, con un presupuesto cercano a los dos millones de euros. Ocho de los mejores grandes maestros del mundo lucharán por el derecho a retar al campeón del mundo, Magnus Carlsen.
Pero volvamos a Isai Scheinberg, probablemente el billonario con menos líneas de biografía en la Wikipedia. No ayuda mucho que apenas haya dado dos o tres entrevistas en su vida. Con todo lo que se desconoce de Isai, ni siquiera importa demasiado si nació en 1946 o 1947, si lo hizo en Israel y su familia se mudó a Lituania o si en realidad siguió el camino inverso. Se sabe al menos que estudió matemáticas en Moscú, gracias a una beca y después de trabajar como limpiador para ayudar a la economía familiar. Después se trasladó a Israel, donde fue reclutado por el Ejército y participó en la guerra de Desgaste de 1967 y en la del Yom Kippur de 1973. Ayudó sobre todo a crear nuevas armas, muy valoradas por su gran precisión. Por las noches, también aprendió los secretos del póquer, donde se labró fama de jugador agresivo y difícil de derrotar.