Incluso con un aumento moderado de la concentración de contaminantes en la atmósfera de la sala donde se celebra un torneo de ajedrez, la probabilidad de que los jugadores cometan errores aumenta notablemente. Esta es la conclusión a la que han llegado científicos del Instituto Tecnológico de Massachusetts (MIT), cuyo artículo ha sido publicado en la revista Management Science.
Los investigadores compararon la calidad del juego de 121 ajedrecistas durante tres grandes torneos en 2017, 2018 y 2019 con datos sobre la calidad del aire en los pabellones donde se celebraron las competiciones.
Las salas estaban equipadas con sensores que medían continuamente la temperatura del aire, así como el dióxido de carbono y las partículas PM2,5. Un aerosol de este pequeño tamaño de partícula (menos de 2,5 micras de diámetro) se considera el más peligroso para el ser humano, ya que permanece en la atmósfera durante mucho tiempo y atraviesa fácilmente las barreras biológicas, penetrando profundamente en órganos y tejidos. Las fuentes de partículas PM2,5 en el aire pueden ser los tubos de escape de los automóviles, las centrales eléctricas de carbón y los incendios forestales.
La calidad del juego de los ajedrecistas fue analizada por un potente ordenador. La inteligencia artificial comparó más de 30.000 jugadas realizadas por los jugadores con las soluciones óptimas que se requerían en cada situación concreta del tablero.
Al final resultó que cuanto más contaminado estaba el aire de la sala, más jugadas erróneas hacían los ajedrecistas y más significativas eran estas meteduras de pata, sobre todo en una situación de premura de tiempo, cuando la tensión psicológica era especialmente alta.
Estos resultados se confirmaron cuando los investigadores analizaron 20 años de datos recogidos en partidas de la primera división de la liga alemana de ajedrez. Los investigadores tuvieron en cuenta otras causas externas que podían aumentar el riesgo de cometer errores garrafales, como el ruido, el calor, el frío y la congestión, y concluyeron que los ajedrecistas empezaban a jugar notablemente peor cuando la contaminación del aire interior era especialmente elevada.
Aunque el estudio se centró en ajedrecistas, los investigadores señalan que los resultados se aplican a todos los profesionales cuyo trabajo requiere estrés mental y estrategias rápidas de toma de decisiones. En otras palabras, el aire sucio puede salir muy caro a la sociedad.